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18 – Articulo publicado en el Diario Negocio de Madrid

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ARTICULO DIARIO NEGOCIO DE MADRID

Antes de hablar de jardines japoneses, debemos hacernos la siguiente pregunta: “que es un jardín japonés ? ”, es más o menos como si nos hiciéramos esta otra, “que es un jardín madrileño ?”. Algunas veces, también conocidos como “jardines zen”, lo cual es un error de concepto llamarlos de este modo; seria algo similar a llamar “jardín cristiano” a los jardines del Vaticano. El error radica en que antiguamente, eran los monjes Zen quienes eran los encargados del cuidado y mantenimiento de los jardines, e incluso llegaron a desarrollar técnicas de paisajismo donde se ve representada la filosofía budista y que aun hoy se aplican a los jardines, pero con un concepto más estético que filosófico.

Fundamentalmente, la esencia misma de la jardinería japonesa es el poder recortar un pequeño espacio de la naturaleza y así poder llevarlo a nuestra terraza. Es importante hacer un alto en este punto, y mencionar que si bien en cierto modo es correcto decir que los jardines japoneses son pequeños, pero estos pueden ir desde los 3 o 4 metros cuadrados a los 10 mil o más metros cuadrados, y que hoy día los hay tanto de interior, como de exterior.

Existen básicamente cinco estilos distintos de jardines japoneses, Sansui (lagos e islas), Karesansui (de rocas), Meisho (de observación), Roji (jardín intimo) y Moderno (o contemporáneos) y que a su vez, éstos son combinados entre si.

Quizás uno de los mas populares sea el Roji, que dentro de la usanza popular son conocidos como “jardín del té”, y es lo que mas frecuentemente vemos en películas. Son jardines de pequeño tamaño, 25/30 metros cuadrados, muy próximos a la vivienda e integrados sistemáticamente a ella.

En la actualidad estamos desarrollando este tipo de jardines en locales comerciales a modo de escaparate, en viviendas unifamiliares, y terrazas con muy buenos resultados ya que los grandes espacios cada vez abundan menos. Se han puesto muy de moda ya que ayudan en forma natural a aportar quietud y serenidad en nuestro diario vivir.

Quien quiera tener un ajardinado de este tipo, deberá saber que las Rocas (ishi), el Agua (mizu), las Plantas (shokobutsu) y los Ornamentos, como por ejemplo linternas de piedra, vasijas de piedra, cercas de bambú, etc. (tenkebutsu) constituirán la columna vertebral de un buen jardín japonés. En algún caso el elemento “agua” es sustituido por piedras. Estará en la habilidad del paisajista que la distribución artística y “equilibrada” de cada uno de estos elementos compongan correctamente ese jardín idílico al que todos aspiramos.

Picarescamente los japoneses se las han ingeniado a través de los siglos, con una serie de reglas de colocación y distribución de rocas, manejo de la perspectivas y un juego de ilusión llamado shakkei o paisaje robado que permite muy hábilmente esconder vistas feas que no contribuirían a nuestro diseño, pero que además obligan al espectador a dirigir la mirada hacia donde nosotros queramos. Si se sabe utilizar correctamente, esta técnica es una potente arma de diseño, que tiene, no solamente aplicaciones en la jardinería, sino también en otros ámbitos donde es necesario desviar la atencion, el escaparatismo por ejemplo. Una muestra de donde podemos aplicar esta técnica, es cuando tenemos que disimular los edificios colindantes en nuestra terraza, que afearían nuestro jardín.

Otro concepto distinto de los criterios occidentales es la asimetría y el orden dentro de la misma. Un criterio muy oriental, pero que da muy buenos resultados en el momento de ponerlos en practica. El numero cuatro bajo la filosofía japonesa, se considera un numero de mala suerte, ya que se escribe con el mismo carácter que la palabra muerte. Esto, y además la “triada budista” hace que las composiciones de piedras se realicen en numero impares, 3, 5, 7, etc.

Reglas y mas reglas, el vacío, y el lleno, descubrir y encontrar, largo y ancho, nada se deja al azar, cada uno de los elementos que compondrán estos jardines están cuidadosamente estudiados desde hace mas de tres mil años, y lo mas maravilloso es que aun hoy día, siguen teniendo el mismo valor de antaño.

Enrique Acevedo Nancollas

25 de julio de 2006